sábado, 16 de julio de 2011

Mensaje en una botella

Una mañana decidí dar un paseo por la playa. Yo caminaba por la orilla, sobre la fina arena, dejando que el agua cristalina refrescase mis pies. Pese a que era temprano, el sol que se lazaba del Este reflejando su majestuosidad sobre el mar, conseguía aumentar la temperatura poco a poco. Escasas personas se habían acercado a desplegar sus toallas y ocupar las hamacas para tomar el sol y bañarse en el agua, pero los más madrugadores ya estaban haciéndose un hueco sobre la arena.

Mientras caminaba aprovechaba para observar el maravilloso paisaje. A mi derecha quedaba la sublime combinación del sol junto al mar, y algún que otro velero disperso, que había salido al amanecer, o que había fondeado durante la noche estival. A mi izquierda estaban las afortunadas fincas que podían despertarse cada mañana con tan sublime visión, de formas y tamaños diversos, incrustadas entre comercios y hoteles.

En mi cabeza la imágenes se fundían con mis pensamientos, recuerdos cargados de sentimientos que se centraban en una mujer que ya no estaba conmigo. Caminaba absorto hasta que el sol reflejó su luz sobre algún objeto sobre la arena. Mi atención se centró en escudriñar el horizonte para comprobar desde la distancia de que objeto se trataba, sin éxito. Así que me fui acercando, mientras suponía que sería el despojo de alguna fiesta nocturna, o de algún playero poco civilizado. Mis sospechas fueron acertadas. Descubrí que lo que había perturbado mis pensamientos no era más que una botella de cristal totalmente transparente. En un principio decidí ignorarla y seguir mi marcha, pero algo dentro de mí me pedía que me fijase un poco más. Cual fue mi sorpresa cuando vi que el recipiente de crista contenía un papel. Acababa de encontrar un mensaje en una botella.

La curiosidad se apoderó de mi ¿qué podría ser? Mi imaginación voló ¿sería el mensaje de algún naufrago? Se me ocurrían cientos de frases que podían estar escritas en ese papel ¿un mapa del tesoro? Parecía muy reciente para llevar demasiado tiempo en el mar ¿una simple broma de algún jovenzuelo? Mientras la cogía comprobé que el interior estaba completamente seco, alguien se había tomado muchas molestias en vaciarla de cualquier sustancia ¿los deseos de alguien lanzados desde un barco? Pude observar que era un botella típica, con un tapón de rosca, envuelto en cinta de precintar, supuse, que para evitar que se abriera ¿quién podría ser la persona destinataria de ese mensaje? El envoltorio del tapón fue fácil de quitar, la humedad del mar había hecho la mayoría del trabajo ¿desde dónde habría sido lanzado? El tapón se me resistió, pero al final cedió, estaba muy cerca de descubrir qué palabras contenía aquella nota, enrollada y perfectamente preservada en una botella, durante no sabía cuanto tiempo en el mar.

Gracias. Era todo lo que ponía la nota que, tras abrir desesperado el papel, dejando caer el cristal a la arena, había descubierto. Gracias. La primera sensación fue de decepción, pero volví a leer la palabra. Gracias. Siete letras que podrían estar dirigidas a cualquiera, en cualquier sitio donde se entendiera el castellano, escritas por prácticamente cualquier persona. Gracias. Volví a pensar en el significado de esa palabra, empleada con demasiada ligereza hoy en día, que suponía dar gratitud a alguien. Gracias. Resultaba sencillo, casi impactante, que una persona se tomara las molestias de conservar ese mensaje y enviarlo de esa peculiar manera. Gracias. Es lo que le daba yo a quien hubiera hecho tal acto, por dejarme volver a descubrirme el significado de esa palabra. Gracias.

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