miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿Cómo sería tu mundo perfecto?


Está claro que no vivimos en un mundo perfecto, por lo menos para la mayoría de las personas que lo habitan. Guerras, hambre, políticos y corrupción son sólo algunas de las causas de origen estrictamente humano que provocan que la Tierra no alcance la perfección, pero a eso hay que sumarle las catástrofes naturales, cuyas imágenes siempre nos resultan sobrecogedoras.

Supongo que un mundo idílico, como todo en esta vida, depende de la persona a la que le preguntara. Si lo hiciera con un americano estereotipado, probablemente diga que el mundo perfecto es aquel que siempre han de salvar los compatriotas, además de un lugar donde la comida del McDonald no engordara. En otro extremo tendríamos a una madre en cualquier país en constante guerra, que diría que en su utopía sus hijos, todos, mueren de viejos en la tierra de sus antepasados.

Un punto más cómico lo tendrían los niños que desearan, en su mundo perfecto, poder volar, no tener que ir al colegio y que las coles dejaran de existir. En la adolescencia puede que convertir en realidad un amor platónico ensalzara el peor de los mundos. Si consultara a los veinteañeros, éstos probablemente sintieran la perfección en un masivo descubrimiento de su sexualidad. Y así, podría extenderme mucho más.

Sin duda, si se lanzara una pregunta generalizada, la mayoría contestaría con clásicos semejantes a éstos: 'la paz en el mundo'; 'el fin de las guerras' o 'comida para todos'. Aunque en los tiempos en los que vivimos, probablemente sería: 'que no exista la prima de riesgo'; 'que todos los políticos fueran honestos'; 'que no se paguen impuestos'; 'encontrar trabajo’ o alguno similar.

Pero, alejándome de los tópicos necesarios para convertirse en Miss Universo, lo que yo pregunto, lo que os pregunto, es ¿cómo sería vuestro mundo perfecto?

miércoles, 18 de julio de 2012

El gigante de piedra


Miraba al mar perdido en mis pensamientos cuando lo descubrí. Estaba frente a mí, inmóvil observando al cielo azul aquella tarde de verano, un gigante de piedra. Asombrado lo observé mientras unos buceadores se sumergían bajo sus pies. Al rato, mientras yo me imaginaba cómo era posible la existencia de aquella criatura, se dio cuenta de que lo observaba y, con la naturalidad de quien conversa con un viejo amigo, empezó a hablarme. Llevaba muchos años allí quieto, por lo que conocía muchas historias de personas que se habían acercado a él sin percatarse de su presencia.

Me contó varios relatos como, por ejemplo, el de una pareja que juró su amor en secreto cerca de donde yo estaba, pero que murió entre golpes, empujones y caídas cuando sus familias, que se oponían a su amor, la descubrieron. Me habló de unos amigos que, tras acabar sus estudios, decidieron emborracharse y probar a saltar desde su cabeza. También me describió a un antiguo rey que había llevado en barco a su joven amante para matarla y acallar rumores sobre el malestar de su matrimonio o la disputa entre dos hermanos que acabó con los dos bajo el agua.

Pese a la muerte que había en sus historias, su manera de contarlas, casi orgulloso de ellas, resultaba cautivadora. Durante horas llenó mi cabeza de imágenes de tiempos pasados y no me di cuenta, ni de que los buceadores hacía rato que se habían marchado, ni de que había oscurecido ya. El camino por el que había bajado a la cala era complicado a plena luz del día por las numerosas piedras sueltas y agujeros.

Me despedí con la promesa de volver y empecé a caminar. Apenas podía ver dónde pisaba, por lo que tenía que tener mucho cuidado para no resbalar. Al poco rato empecé a angustiarme, quería ir más deprisa y salir rápido de allí. Casi resbalé con una piedra. Se me secaba la boca y se aceleraba mi corazón mientras notaba mi respiración entrecortada. Al final, muy nervioso, tropecé, me golpeé en varias partes del cuerpo, y acabé en el fondo de un agujero muy magullado. No podía mover la pierna izquierda, me dolía mucho, creí que me había roto un hueso. Empecé a gritar mientras buscaba con las manos algo a lo que agarrarme y salir. Pasaron las horas. No veía nada, no había luz y no encontraba más que tierra y piedras a mí alrededor. No sé cuánto tiempo pasó hasta que desistí sumido en la oscuridad mientras, a lo lejos, escuchaba la risa del gigante de piedra, quien seguro sonreía al tener una nueva historia que contar.

sábado, 23 de junio de 2012

Orgásmica actualización de la RAE

Renovarse o morir. Es lo que habrán pensado las 22 Academias de la Lengua Española que han consensuado la última actualización del Diccionario de la Real Academia Española. Pese a no estar escrita en espanglish, uno de los nuevos términos adscritos, se reconocen términos tecnológicos muy usados que los blogueros seguro que agradecen, como USB, chat o tableta.

Pero no solo hay entradas nuevas, sino que también se incluyen nuevas acepciones, por lo que ahora la palabra friki, que antes era sólo una «persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición» (es tiempo de Eurocopa, ¿no?), ahora es, también, un adjetivo de «extravagante, raro o excéntrico». Algo que seguro no agrada a todo el mundo, como no ha gustado la definición de manga. Un descontento que el director del Salón del Manga de Barcelona y del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, Carles Santamaria, ha manifestado en un comunicado que es «errónea en el concepto y denigrante en la caracterización» y reclama que una comisión de expertos en esta materia pueda aportar una definición objetiva y clara sin coste alguno.

Sin duda los grandes beneficiados de esta actualización son los billonarios, seguro que muy abundantes en esta España de rescate, que ya pueden presumir de su fortuna, no sólo con números, sino también con una entrada oficial en el diccionario. Lástima que rescatista sea quien «se ocupa del rescate de víctimas en un siniestro», y no el que nos saque a los pobres de la crisis.

Lo que más me preocupa es la cantidad de nuevas adicciones complejas de la palabra riesgo, nueve en total, casi todas de ellas económicas. La más preocupante, al menos para mí, es la de ~ soberano: M. Economía, riesgo de que el gobierno de un país no cumpla sus obligaciones.

Pero lo que ha llamado más la atención a los medios de comunicación ha sido la inclusión de una nueva acepción de matrimonio, que ahora incluye «en determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses». Menos mal que el secretario de la Real Academia Española, Darío Villanueva, aseguró que «el diccionario no es profético, no crea realidades ni inventa; simplemente certifica». Y lo menciono porque en 2005 se legalizaron los matrimonios homosexuales, se creó una realidad y, excusas de la RAE aparte, han pasado siete años.

martes, 21 de febrero de 2012

La verdad ¿es cómo el pescado?

La verdad es como el pescado, a más fresca esté más fácil es de digerir. Y, teniendo en cuenta que hoy en día a la gran mayoría nos da asco comernos el pescado crudo, a mejor cocinero seas, mejor sabrá la verdad y más fácil será que nos la comamos.

Si te has de fiar de otros para que te vendan el pescado, tendrás que saber que son de confianza, ya que hay muchos que se las apañan para darte el que no es fresco como si fuera del día. Y es por eso que sólo sabrás si la verdad que coges es realmente fresca si la has pescado tú mismo.

Como todo buen alimento perecedero, pasado un tiempo el pescado se pudre, al igual que la verdad. Poco a poco se va descomponiendo, generando microorganismos a su alrededor que lo deforman, hasta que llega un momento en que ya no sabemos qué era originalmente. Empieza a desprender un olor que se llega a volver nauseabundo y que algunos saben ocultar.

Pero no nos engañemos. Cuando uno descubre ese pescado que lleva oculto mucho tiempo, cuyo olor es repulsivo y por su avanzado estado de descomposición somos incapaces de distinguir qué fue en su día, no solo somos incapaces de comerlo, sino que odiamos a la persona que nos lo ofreció. Y no nos engañemos, lo mismo pasa con la verdad.

viernes, 6 de enero de 2012

1 más 1 ¿siempre son 2?

El otro día estaba hablando con un conocido no recuerdo sobre qué y, en un momento de la conversación, manifestó:

-Tan seguro como que 1 más 1 son 2.

-Entonces tu afirmación no es cierta, pues no siempre se cumple ese resultado. Tú que eres un entendido en informática deberías saberlo- aseveré.

-¿No te apostarás algo, lo que sea?”- dijo, en una mezcla entre la crispación que le supuso que le contradijera, y el asombro por qué me hubiera aventurado a semejante declaración.

-Claro que no –aseguré- En tu situación de ahora me encontré hace tiempo. Mi profesor de matemáticas en bachiller me escuchó afirmar lo mismo que tú y me hizo ver mi error. Me explicó que ese resultado se daba en casi todas las formas posibles, salvo si la suma la haces en código binario, en cuyo caso el resultado es UnoCero (10).

Después de su tenue “pues es verdad” y su cara de asombro, sentí un poco de lástima por él. Recordé lo mucho que pensé en las palabras de mi profesor y cómo cambiaron mi forma de ver las cosas. Pero, sobre todo, lamenté no haber apostado…