Renovarse o morir. Es lo que habrán pensado las 22 Academias de la Lengua Española que han consensuado la última actualización del Diccionario de la Real Academia Española. Pese a no estar escrita en espanglish, uno de los nuevos términos adscritos, se reconocen términos tecnológicos muy usados que los blogueros seguro que agradecen, como USB, chat o tableta.
Pero no solo hay entradas nuevas, sino que también se incluyen nuevas acepciones, por lo que ahora la palabra friki, que antes era sólo una «persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición» (es tiempo de Eurocopa, ¿no?), ahora es, también, un adjetivo de «extravagante, raro o excéntrico». Algo que seguro no agrada a todo el mundo, como no ha gustado la definición de manga. Un descontento que el director del Salón del Manga de Barcelona y del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, Carles Santamaria, ha manifestado en un comunicado que es «errónea en el concepto y denigrante en la caracterización» y reclama que una comisión de expertos en esta materia pueda aportar una definición objetiva y clara sin coste alguno.
Sin duda los grandes beneficiados de esta actualización son los billonarios, seguro que muy abundantes en esta España de rescate, que ya pueden presumir de su fortuna, no sólo con números, sino también con una entrada oficial en el diccionario. Lástima que rescatista sea quien «se ocupa del rescate de víctimas en un siniestro», y no el que nos saque a los pobres de la crisis.
Lo que más me preocupa es la cantidad de nuevas adicciones complejas de la palabra riesgo, nueve en total, casi todas de ellas económicas. La más preocupante, al menos para mí, es la de ~ soberano: M. Economía, riesgo de que el gobierno de un país no cumpla sus obligaciones.
Pero lo que ha llamado más la atención a los medios de comunicación ha sido la inclusión de una nueva acepción de matrimonio, que ahora incluye «en determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses». Menos mal que el secretario de la Real Academia Española, Darío Villanueva, aseguró que «el diccionario no es profético, no crea realidades ni inventa; simplemente certifica». Y lo menciono porque en 2005 se legalizaron los matrimonios homosexuales, se creó una realidad y, excusas de la RAE aparte, han pasado siete años.
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