El otro día estaba hablando con un conocido no recuerdo sobre qué y, en un momento de la conversación, manifestó:
-Tan seguro como que 1 más 1 son 2.
-Entonces tu afirmación no es cierta, pues no siempre se cumple ese resultado. Tú que eres un entendido en informática deberías saberlo- aseveré.
-¿No te apostarás algo, lo que sea?”- dijo, en una mezcla entre la crispación que le supuso que le contradijera, y el asombro por qué me hubiera aventurado a semejante declaración.
-Claro que no –aseguré- En tu situación de ahora me encontré hace tiempo. Mi profesor de matemáticas en bachiller me escuchó afirmar lo mismo que tú y me hizo ver mi error. Me explicó que ese resultado se daba en casi todas las formas posibles, salvo si la suma la haces en código binario, en cuyo caso el resultado es UnoCero (10).
Después de su tenue “pues es verdad” y su cara de asombro, sentí un poco de lástima por él. Recordé lo mucho que pensé en las palabras de mi profesor y cómo cambiaron mi forma de ver las cosas. Pero, sobre todo, lamenté no haber apostado…
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