martes, 28 de junio de 2011

Hoy la esperanza murió


Hoy la esperanza ha muerto, y ha sido por mi culpa. Ella vino a mí, con promesas de un mañana mejor. Llegó una tarde y me llenó la cabeza de ideas. Era tan reconfortante, tan agradable. Me hacía sentir bien, pensando que dentro de poco todo sería mejor.

Pero me engañó. Así como vino, quiso marcharse, dejándome solo otra vez. Y al hacerlo la ira me consumió, empecé a gritarle y me fui hacia ella y, cuando me quise dar cuenta, la había matado. Era tanta la rabia que había acumulado, por dejarme soñar para luego abandonarme sin apenas decir nada, que no pude controlarme.


Mañana es el funeral. Espero que no falte nadie, porque pienso bailar sobre su tumba, pues de mí, no se ríe nadie.

lunes, 27 de junio de 2011

Porqué Dios me ha abandonado, o cómo poco a poco perdemos la fe


Siempre creí que era un creyente, que Dios estaba en todo y en todos. Primero creía ciegamente en la Iglesia Católica, institución de la cual me fui desarraigando poco a poco al ver la historia que la precedía, la opresión que ha ejercido sobre las personas, las limitaciones a las que la ha sometido y lo poco evolucionada que estaba en comparación al resto de la civilización. ¿Cómo poder creer en la Casa de Dios si tengo la impresión de que no nos permite ser libre y de que tenemos que temer a Dios? Primera gran crisis de fe.
Así que me hice cristiano no practicante, con la fe ciega de que un ser superior a todos, velaba por nosotros, y que dentro de su infinita sabiduría, tenía un plan para cada uno de nosotros. La juventud me llevó a plantearme que cada cosa que me pasaba, buena y mala, era parte de un gran plan que lo abarcaba todo, algo que escapaba a mi comprensión, pero que estaba ahí. Si algo malo sucedía, era porque después tenía que venir algo bueno, o para que aprendiera de ello, o para que otros pudieran hacerlo, pues todos estábamos conectados. Un pensamiento que te lleva a rozar la locura, teniendo en cuenta que crees que no eres responsable de todo lo que te sucede ¿acaso soy solo un engranaje de una gran máquina que no sé ni para qué sirve?

Por lo que empecé a pensar que tal vez había equivocado el mensaje divino, y cambié lo de  “los caminos del señor son inescrutables” por lo de “el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios”. Lo que me llevaba a pensar que, tal vez, la historia de Jesús no relataba tanto la divinidad de un único hijo de Dios, sino la que todos llevamos dentro, pensando que cada uno podía llegar a ser una gran persona. Y como por arte de magia cayó en mis manos un libro sobre budismo, que relataba su doctrina que, grosso modo, cambiaba la veneración a un dios por la veneración a la realización de la persona. Segunda gran crisis de fe.

Pero ¿acaso era incompatible una cosa con la otra? ¿No podía el budismo hablar de la realización personal y yo incluir a la figura de Dios en el mensaje? Lo tenía claro, quería mejorar como persona, porque no solo iba a hacer que me sintiera mejor, sino que también me acercaría a Dios. Entonces descubres que siendo buena persona la gente se aprovecha de ti, te utilizan, y ni siquiera te dan las gracias. Trabajas más y mejor que nadie, pero ni te pagan mejor, ni te lo reconocen. Eres el colega perfecto, que siempre pone lo que le falta al resto, se encarga de recordar fechas de cumpleaños, de comprar regalos, de montar cosas, pero cuando no lo haces tú, nadie lo hace y se quejan si no has sacado tiempo, o quedan, olvidándose de ti. Las chicas siempre te llaman, para contarte sus penas, te ven como el tipo genial que eres, que toda suegra querría tener como yerno y la clase de chico que ellas querrían querer, pero no lo hacen, y se aprovechan de tus buenas maneras.

Pero, si tienes suerte, llega alguna cosa que hace que todo este calvario merezca la pena. Un ascenso, un reconocimiento, una fiesta sorpresa por tu cumpleaños o una rubia maravillosa que te quiera como eres. Y todo se vuelve de color de rosas, haber mejorado como persona ha valido la pena, te sientes completo, feliz, y le das gracias a Dios por haberte colmado de dicha. Pero un día todo se desvanece, y viene la tercera y última gran crisis de fe.

Si existe Dios, algo tengo que haber hecho para que no le caiga bien, pero prefiero pensar que he pecado de tonto y confiado, esperando las acciones de una fuerza divina. Y poco a poco te das cuenta de que da igual lo que hagas, o cómo lo hagas, sólo tú eres responsable de tus actos. Si hay un plan, no lo entiendes. Si ser mejor persona sirve de algo, no lo ves. Y para cuando mueras, y puedas disfrutar de todas las promesas sobre el Cielo que te hicieron en vida, ya estarás muerto y habrás pasado una larga vida de penas y sufrimientos…

domingo, 26 de junio de 2011

Tener buena memoria es una mierda


Vivimos en una sociedad con muchas facilidades para recordar cosas. Tenemos un Facebook que nos dice cuando la gente cumple años. Tenemos un Outlook para organizar nuestra agenda y no perdernos ninguna cita.  Pero aun así y todo, la gente valora a las personas con buena memoria. No saben lo que es. Siempre recuerdas, por ejemplo,  donde has dejado el coche o las llaves. Recuerdas  los días exactos que han pasado desde que no haces algo. Recuerdas porqué alguien no te cae bien. Recuerdas la última vez que viste a alguien, y qué es lo último que te dijo. Recuerdas cuantos días hace que no tienes sexo. Recuerdas tantos detalles, que te resulta sencillo descubrir cuando alguien miente. Recuerdas tantas cosas que, incluso, recuerdas  lo que te duele recordar.

Todo el mundo miente

Todo el mundo miente. Esa frase que el doctor House puso de moda, que a tantos llevó a pensar que estaba un poco loco o que era un amargado, es cierta. Y es que aprendemos a mentir desde pequeños. Mentimos a los desconocidos, por no quedar mal, o por no hacer algo que no nos apetece. Mentimos a nuestros jefes y compañeros, para que parezca que somos mejores. Mentimos a nuestros familiares, para que piensen que somos como no somos realmente. Mentimos a nuestros amigos, porque pensamos que si les decimos la verdad, dejarán de serlo. Mentimos a nuestra pareja, para que no se preocupe por cosas a las que no le damos importancia. La mayoría miente por dar una impresión errónea de sí mismo, pensando que es mejor. Los más enfermos mienten por puro placer, aunque no ganen nada. Pero el resultado es que todo el mundo miente. Todo el mundo nos miente.